Los lugares se quedan, pero no se guardan en vano,
pese a sus cambios en veces agudos, en otras crónicos,
abruptos y en otras imperceptibles para el ojo disperso,
pues las evocaciones no se hacen esperar ante las señales incesantes,
frente a los sentidos orquestando sensaciones, sentenciando sentimientos.
Ir y venir. Moverse. Transporte en pausa,
flujo en actividad.
Al final los lugares cambian más que nosotros.
Uno no cambia, se va completando, descubriendo, reencontrando.
Quizás si somos siempre los mismos, aún a través de los milenios.
¿Seremos cosa aparte, insertados en un Universo... sin rumbo?
Persĕqui
©2014,
Hacha sin filo por O. Adrián Lozano Garza se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.